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EN BUENA ARMONIA

La profe

PATATAS REVOLCONAS Y ALGO MÁS

PATATAS REVOLCONAS Y ALGO MÁS

Gracias Juana por ese comentario de mi artículo. Me alegra que con mis recuerdos hayas refrescado los tuyos y me gusta saber que tenemos mucho en común. Me siento muy afortunada por haber vivido esas experiencias que no todo el mundo puede contar y quizás sea por eso que se me ocurrió escribir sobre ello. La finalidad de este blog es que todos aprendamos, compartiendo, cosas nuevas desde las experiencias vividas por nosotros mismos o por aquellos conocimientos que tengamos y así poder aprender los unos de los otros. Además me encanta ver la ilusión que estáis poniendo en ello. A través de este medio podremos compartir de todo: experiencias, cosas interesantes que leamos o que nos pasen, recuerdos, conocimientos, aprendizaje y un montón de cosas más. Mas adelante os hablaré de cómo es mi pueblo visto desde mis ojos e intentaré transmitiros lo que siento por él.
No desistáis en el empeño de llevar adelante este proyecto que a mi me parece tan bonito; es la primera vez que comparto algo así con mis alumnos. Comienzo a ponerme sentimental; Aprovecho la ocasión para daros las gracias a todos y os voy a colgar una receta de un plato muy típico de Castilla-León y de mi pueblo especialmente. Yo lo hago exactamente como lo hacía mi abuela y debo confesaros que a estas alturas tendría más de 100 añitos si hubiera vivido.

PATATAS REVOLCONAS


Ingredientes:


• 4 patatas grandes o 6 medianas
• panceta adobada; 2 lonchas de un grosor de aprox. un dedo
• laurel, 3 hojas
• chorizo pequeño troceado, 1 unidad
• pimentón dulce de buena calidad, 1 cucharadita
• ajo, 3 dientes

Elaboración


Se pelan y se trocean las patatas. Una vez troceadas se ponen a hervir con el laurel, 1 diente de ajo pelado y sal, durante unos 20 minutos o hasta que estén hechas. Después se escurren, se retiran las hojas del laurel, se aplastan con un tenedor y se ponen en una cacerola o sartén. Mientras tanto en una sartén se calienta el aceite para freír la panceta y el chorizo troceados, hasta que queden bien crujientes. Una vez fritos sacarlos de la sartén y reservarlos. Freír en ese aceite los otros 2 dientes de ajo en láminas y cuando estén doraditos, cuidando que no se quemen, se añaden al reservado del chorizo y la panceta.
Al aceite que ha quedado en la sartén se le añade el pimentón, se dan unas vueltas con el fuego ya apagado y se añade a las patatas aplastadas con un tenedor. Sofreír en la sartén, machacando las patatas para que se deshagan. Si fuera necesario y se prefiere un puré más ligero o fino, se le puede añadir un poco de agua de cocer las patatas. Por último, añadir los tropezones, un poquito de cominos en polvo, y servir caliente.
Espero que os guste la receta de mi abuela, animaros a hacerla un día y ya me contareis, como acompañantes para unas chuletas de cerdo resultan exquisitas.

MI NIÑEZ EN LA ADRADA (AVILA)

MI NIÑEZ EN LA ADRADA (AVILA)

Cuando yo era pequeña pasaba los tres meses de verano en la casa de mis abuelos maternos en el pueblo. Recuerdo con nostalgia aquellos días y al recordar hasta percibo los olores que marcaron mi infancia. Era una casa grande con muchas habitaciones y hasta un cuarto de baño completo que en aquella época nadie tenía. Allí nos reuníamos toda la familia: abuelos, tíos, primos. Había sitio para todos. Mi familia era ganadera y además tenía carnicería propia. La actividad en la casa comenzaba bastante temprano porque mis tíos y primos debían de ir a dar de comer al ganado y a ordeñar a las vacas. Después traían a casa los corderos que se venderían ese día en la carnicería. Los mataban en el corral y yo veía como lo hacían. Nunca me causó ningún trauma; era algo a lo que ya estaba acostumbrada y por otro lado necesario. Esto lo entenderá todo el mundo salvo los vegetarianos porque todos tenemos en nuestra dieta diaria cordero u otro tipo de carne alguna vez. Ver despiezar un cordero y lo que se hace con sus respectivas partes resulta cuanto menos curioso teniendo en cuenta que hablamos de tiempos en los cuales todo se hacía de forma totalmente manual. Las pieles se vendían por un lado;  los callos o manitas, por otro; las tripas también se guardaban para utilizarlas después y hacer chorizos; la sangre ya coagulada se vendía para hacer un guiso con cebolla frita que estaba muy rico.

Recuerdo las tardes de pastoreo cuando me iba con mi prima a cuidar de las ovejas (ellas fueron mis primeras alumnas porque nos encantaba jugar a que éramos maestras)  mientras el resto de mis primos ordeñaban nuevamente las vacas para vender la leche. Aquella leche era muy sabrosa y había que cocerla varias veces. En ese procedimiento de la cocción terminaban saliendo capas gruesas de nata que después aprovechábamos para hacer galletas o bizcochos, o simplemente untábamos en pan y con azúcar nos sabía a gloria a la hora de la merienda.  Cuando paría alguna vaca, la primera leche que daba, al cocerla parecía que se cortaba porque el suero se separaba del resto de la leche y esto daba lugar a un postre exquisito que en casa llamábamos calostros. Otras veces cambiábamos esa merienda por pan mojado en vino y azúcar. Debo de aclarar que a pesar de estas meriendas, a tan temprana edad, ninguno nos hemos vuelto alcohólicos.

Muchas tardes las pasaba en el huerto con mi abuelo y debo decir que aún recuerdo el placer que me provocaba comer los tomates recién cortados de la mata. Como la cosecha de tomate siempre era grande había que hacer conserva y dedicábamos muchas tardes, después de la siesta, a pelar tomates, trocearlos y meterlos en frascos o en botellas con unos polvos para conservarlos y así tener tomate natural para las ensaladas o para freír, el resto del año.

Marcaron también mucho mi infancia las tardes de costura en el corral con mi abuela remendando ropa o mi madre haciendo algún vestido para mi tía y mis tías bordando o haciendo ganchillo. Allí aprendí a bordar punto de cruz, afición que todavía hoy conservo y que da sus frutos en forma de cuadros. También aprendí a hacer ganchillo, a ello me enseñó una tía de mi madre a la que recuerdo muchas veces.

Había días  en que decidíamos pasar todos juntos el día en alguno de los prados donde teníamos el ganado o en lo alto de la sierra. Recuerdo las patatas con carne o hígado de cerdo (nosotros lo llamamos salmorejo) que hacíamos en los cuencos de barro que encontrábamos al pie de los pinos y que eran para recoger la resina de los pinos. Ahí hacíamos las patatas, después los fregábamos y los volvíamos a poner en su sitio para que cuando se llenaran los que estaban anclados al pino la persona que pasara por allí se encargara de sustituirlo por uno limpio y vacío. Así funcionaban las cosas en aquel tiempo, había solidaridad. Mi abuelo se sentaba a la sombra de un aliso y era el encargado de ir pelando las patatas y picándolas para hacer el guiso. Los demás aprovechábamos el día para recoger orégano, poleo, hinojo, tomillo, romero, todo tipo de hierbas aromáticas que después emplearíamos para hacer los chorizos y los guisos del invierno.

Recuerdo con nostalgia los chorizos que hacía mi abuela y que después conservaba en aceite así como el lomo del cerdo  que precocinaba dándole unas vueltas en la sartén y también conservaba con el aceite de oliva en pucheros de barro hechos para tal menester. También hacía queso y algunos también iban a parar a otras tinajas para conservarlos por el mismo procedimiento. En invierno hemos ido todos juntos a recoger la aceituna para hacer dicho aceite con un sabor intenso que aún hoy, en la actualidad, sigo disfrutando porque mi padre aún tiene olivas y seguimos haciendo el aceite. Y los jamones que, aunque eran de cerdos alimentados con los restos de la verduras, frutas y hortalizas que ya no nos servían, su sabor nada tenía que envidiar a los que venden ahora alimentados con bellotas.

La casa tenía los colchones hechos con lana. Era toda de piedra y allí no había chimenea sino un hogar al ras del suelo que daba un calor maravilloso. Piedra, tejas, vigas de madera, un sobrao o bohardilla, suelos hechos con tablones que crujían al andar, sillones de mimbre, una máquina de coser de la marca Singer con tal robustez que aún se puede coser con ella, platos de loza y un almirez muy desgastado que conservo como oro en paño en mi casa del pueblo y que cuando lo miro me trae todos estos recuerdos porque pasé una niñez muy feliz viéndolo colgado de la pared en la cocina de mis abuelos.

HAGAMOS UN TRATO

HAGAMOS UN TRATO Lo primero daros las gracias por haber aceptado este proyecto que pienso que si logramos ilusionarnos con él podremos seguir, de alguna manera, estando unidos.

Sois un grupo muy especial para mi porque siempre os he visto venir contentas a las clases y la prueba es que, después de aguantarme el año pasado durante 9 meses, este año habéis querido repetir la experiencia. Me siento apreciada y me gusta sentir este vínculo que me une a todas. Algunas hasta me tenéis en vuestras oraciones y no podéis imaginar cuanto os lo agradezco. No me cabe ninguna duda de que queréis aprender y por otro lado relacionaros entre vosotras y eso me llena de orgullo.

Susi nos ha enviado un paisaje precioso de su pueblo y hace referencia al cielo. Se perciben los sentimientos profundos que siente por su tierra pero no nos dice como  se llama el pueblo en cuestión. A mi me lo dijo una vez y hasta me enseñó una página Web pero ya no lo recuerdo y desde aquí la invito a que nos hable de él y nos ponga más fotitos. Gracias Susi por ser la primera que se anima  a escribir en este espacio.

Y para todos os propongo que para empezar hablemos de nuestras tierras. Todos tenemos un lugar especial que nos trae recuerdos o vivencias y además lo habéis demostrado porque el día de la fiesta todos trajisteis algo de vuestros pueblos. Así que animaros y poneros a escribir que ya veréis que divertido termina resultando esto. Un beso a todos.

BIENVENIDOS

BIENVENIDOS

Somos un grupo de alumnos de informática, en buena armonía, y hemos pensado que para practicar lo aprendido, sería interesante crear un blog común para que todos podamos participar y compartir nuestras experiencias, ideas, aficiones, gustos y todo lo que se nos ocurra. El proyecto, como poco, puede resultar interesante y muy divertido.